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me dijeron que escribiera...!

Pedí que no existiera la palabra nostalgia, lo pedí fuerte y claro, por obvias razones mi deseo no fué concedido.
Creo que es la lluvia la que me pone así, creo que son las noches y la luna, lo que me hace recaer en esa palabra tan usada y tan poco comprendida.
Alguien me dijo que aprovechara justo este momento y escribiera, y yo pensé, claro! tiene razón,¿ que mejor momento que éste en el que estoy sentada junto a la ventana con la cortina abierta, en una habitación en donde el olor a tierra mojada, la brisa fresca, mi perfume y solo una pequeña lámpara lo inunda todo?.
Y aquí estoy siguiendo un consejo, un instinto, una necesidad: escribir.
Ignoro si lo hago bien, mal o regular, o si la gente me lee o no, ni tampoco sé lo que sienten al hacerlo, yo sólo sé que escribo porque mi cuerpo me lo pide, y el corazón me lo grita, yo sólo sé que muchas veces la cabeza me limita a hacerlo, la única parte racional de mi cuerpo, me imagino que es porque mi raciocinio sabe de antemano que al momento de escribir ya no hay vuelta atrás.
Es como si las letras fueran enormes y fuertes canales que van y vienen desde mi corazón.
En ocasiones estas dos partes de mi cuerpo se vuelven enemigos peligrosos en los que la única que sale perdiendo por lo regular soy yo.
Alguien me dijo escribe, yo amo hacerlo, con mis aciertos o limitaciones, pero lo hago, a petición mía sobretodo.
No sé bien que quiero decir, sólo sé que pedí que no existiera la palabra nostalgia y sigo repitiendola, cuando quiero sacarla del diccionario, por lo menos del mío y restarle peso, significado.
Una de las razones por las cuales me gusta estar aquí es la lluvia, la amo, la disfruto, la sufro, la bailo, podría vivir en medio de la lluvia, aunque eso implique unos rizos rebeldes.
Podría hacerlo porque me encanta correr en medio de ella, sentir cómo cae en mi rostro cuando el viento la trae sobre mí, ver las gotas en el pavimento, correr a meter la ropa para que no se empape, escucharla, hacer el amor con su música, hacer el amor con ella y en ella, cómo amo la lluvia.
Aquí todo el verano llueve, si no es que más, poco a poco la ciudad se pone verde, el calor se va.
La lluvia me recibió hace días y a diario me saluda, y ahora entiendo, eras para mí lluvia, fresca, nueva, sanadora, eras para mí lluvia, repentina, indomable, improntante, eras para mí lluvia, nueva, agua que se escapa de las manos, que se lleva todo a su paso.
Lluvia = Nostalgia.
Y ahora estoy empapada.
El agua no mide, no respeta edificaciones, ni tiempo, llega, pasa se va.
Y así son los sentimientos, llegan, sin avisar, nos empapan, nos hacen correr, enojar, reir, llorar, nos llevan, nos traen, nos ahogan, se evaporan, se enfrían, nos reverdecen, nos dejan secos.
No sé que seguir escribiendo, cómo transformar en palabras, todo lo que estoy viviendo, en medio de un cielo lleno de nubes que se han quedado quietas, con una luna que no es fácil de describir, porque la palabra hermosa no le hace justicia y en un escrito que más que apagar mi mente y tranquilizarla, ha encendido centenares de luces en mi cabeza y otras miles en mi corazón.
Y todo esto me hace pensar en Sabines:

No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos, de nosotros, de ese, desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo, en mi cama en que faltas, en la calle donde mi brazo va vacío, en el cine y los parques, los tranvías, los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí, y en el lugar en que el aire se acaba cuando te echo mi piel encima y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos entre los dos, ahora, separados, del uno al otro, diariamente, cayéndonos en múltiples estatuas, en gestos que no vemos, en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre que no muerdo ni beso, en tus muslos dulcísimos y vivos, en tu carne sin fin, muero de máscaras, de triángulos obscuros e incesantes. Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, de nuestra muerte, amor, muero, morimos.

En el pozo de amor a todas horas, inconsolable, a gritos, dentro de mí, quiero decir, te llamo, te llaman los que nacen, los que vienen de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos sino morirnos más, hora tras hora, y escribirnos y hablarnos y morirnos.

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